El ex ministro de Justicia Mustafa Abdel Jalil anunció el domingo la formación de un gobierno interino en el este del país. Por su parte, el Brigadier General Ahmed Gatrani, que lidera las fuerzas disidentes del ejército en Benghazi, indicó la creación de un grupo armado que trataría de apoyar la disidencia en Trípoli.
Un factor importante es que el país es casi completamente desértico. De ahí que Trípoli y Benghazi sean las dos ciudades-centros de poder, como indica George Joffé, de la Universidad de Cambridge. La lucha está, por lo tanto, polarizada entre estas ciudades.
El poder en Libia se encuentra altamente centralizado en Gadafi, su familia y el círculo clientelista de funcionarios y militares favorecidos por las inmensas rentas que generan las exportaciones de petróleo y gas. Las instituciones estatales son débiles y la oposición organizada es inexistente.
Luego de diversos experimentos de democracia directa y participativa, el coronel Gadafi impuso desde 1977 la jamahiriyah de poder popular y de las masas. En realidad se trata de un sistema jerárquico crecientemente centralizado en su familia y basado en una alianza con las tribus Warfalla, Maghara y Qadhafa; esta última a la que pertenece el líder del régimen. La mayor parte de la sociedad, y especialmente la población joven, han visto con creciente resentimiento la acumulación de poder y beneficios económicos en la elite.
**El mapa tribal**
La sociedad libia, como las yemeni y jordana, funciona sobre la base de organizaciones tribales que regulan el orden social. Se calcula que hay 140 tribus en el país, de las cuales 30 tienen peso político, según el historiador libio Faraj A. Najm. Esta organización social se ha generado a partir de condiciones ambientales y geográficas que favorecieron en unos casos el nomadismo y, en otras, formaciones agrícolas o comerciales.
La tribu más importante es la Warlafa. Cuenta con un millón de miembros, habita la zona de Tripolitania, en el noroeste del país, y se ha manifestado contra el gobierno debido a la dura represión contra la oposición. La tribu de los Al-Awaqir, de la que provienen diversos miembros del gobierno, se mantiene fiel a Gaddafi.
Los Qadhadhifa pertenecen a la tribu de Gaddafi y tienen miembros en las fuerzas armadas. Por otro lado, los Maqarha constituyen la segunda tribu más importante en número. Es incierto cuál es su posición actual respecto del régimen. La tribu Zuwaya se ha declarado en contra de la represión a los manifestantes y ha amenazado al gobierno con cortar el suministro de petróleo.
A esta diversidad de tribus se suma el Grupo de Luchadores Islamistas Libios con vínculos con al-Qaeda y otros grupos sociales de origen religioso como los Sharifs, Marabouts, Koulougis y Tuaregs. Los Sharifs se consideran descendientes directos de Mahoma; los Marabouts son derviches con supuestos poderes sobrenaturales; y los Koulougis son practicantes del Islam descendientes de esclavos bereberes y cristianos del Imperio Otomano.
**La repartición del poder**
En 1969 Gadafi consiguió el poder gracias a una alianza de las tribus de los Qadhadhifa con los Maqarha y los Warfalla. Miembros de estas tribus se repartieron el poder en las aéreas claves de inteligencia y seguridad. Gadafi estableció un sistema clientelista, dando beneficios y poder a los líderes que le apoyaran, y respondiendo con dura represión a los que se negaran. Esta represión se extendía al conjunto de la tribu en caso de que uno de sus miembros fuese desleal al gobierno. La relación institucional de Gaddafi con las tribus se ha llevado a cabo hasta ahora a través de un comité político de 32 representantes, que en estos momentos se encuentra en crisis.
Según Hanspeter Mattes, subdirector del German Institute of Global and Area Studies, en Hamburgo, la rebelión actual comenzó en la ciudad de Al-Baida, en el noroeste, y desde ahí se extendió a otras ciudades. En esa ciudad se fundó en el siglo XIX el movimiento islamista conservador creado por Mohamed al-Sanusi. Este movimiento se ha expandido por la región Cyrenaica y ha tenido repetidos enfrentamientos con Gadafi, a quien consideran demasiado liberal en su interpretación del Islam.
El movimiento islamista, que ha sufrido una dura represión por parte del régimen, tiene un fuerte arraigo en esta zona, y de aquí, según este experto, han surgido militantes que se han unido a al-Qaida. Los principales activistas de la rebelión actual pertenecen a las tribus Abu Llail.
**Fragmentación del uso de la fuerza**
El régimen ha creado diversas milicias y cuenta con fuerzas mercenarias que debilitan el papel de las fuerzas armadas. Gadafi cuenta con unos 20.000 miembros de los Comité Revolucionarios que están o podrían estar armándose para resistir la rebelión. También con la Brigada 32 (o Brigada Khamis) liderada por su hijo Khamis al-Gaddafi y formada especialmente por extranjeros; el aparato de inteligencia militar; las fuerzas de seguridad interna; y el aparato de seguridad de la Hamahiriya. Según algunos testimonios de disidentes, Gadafi cuenta con una fuerza especial de combatientes formados desde niños denominada la Janissaries (nombre de un cuerpo de elite del Imperio Otomano).
Las divisiones tribales pueden jugar en contra de una respuesta unificada de los aparatos de seguridad del Estado, al contrario de lo que ocurrió en Egipto y Túnez. Omar Ashour, de la Universidad de Exeter, considera que las divisiones y fidelidades, unidos a la gran cantidad de armas que tienen los miembros de las tribus, podrían generar una guerra civil.
Otro posible escenario es que las fuerzas armadas lleguen a un pacto con los líderes tribales, religiosos y personalidades de la diáspora para formar un gobierno de transición en el que todos estén representados. Libia carece de un marco constitucional, lo que obligaría a esta coalición en el poder a la compleja tarea de presentar un programa para la transición que satisficiese a todos.
Para la comunidad internacional, la crisis en Libia es un gran desafío. Una intervención militar que derrocase a Gadafi podría generar reacciones imprevisibles en una sociedad fragmentada, como ocurrió en Iraq. Ni Europa ni Estados Unidos quieren otra guerra sectaria similar a la que ha seguido a la caída de Saddam Hussein. A la vez, el líder del régimen y sus grupos armados pueden resistir durante un largo período pese a las sanciones y a haberse sometido el caso a la Corte Penal Internacional, medidas que el Consejo de Seguridad de la ONU estableció el 26 de febrero.
**Mariano Aguirre es director del Centro Noruego para la Paz, Oslo.** [www.peacebuilding.no](www.peacebuilding.no)