Cuando se asesinó a cientos de estos jóvenes y cuando se apresó a miles de ellos, mantuvieron su protesta valiente y pacífica sin dejarse nunca atrapar por la lógica de la violencia. Cuando se los trató de engañar, siguieron en las calles con fuerza, con entusiasmo pero también con paciencia.
Hoy ha renunciado Mubarak y el pueblo egipcio vive un momento de cambio y esperanza no solo para ellos sino que para el mundo entero. Los emocionantes acontecimientos vividos en la plaza Tahrir de El Cairo y en las demás ciudades y plazas del país nos recuerdan momentos similares que remecieron Filipinas, Berlín, Chile, Bolivia y Chequia cuando los pueblos, y sobre todo los jóvenes, a través de la no violencia activa transformaron sus propias sociedades abriendo una vez más el futuro que se había cerrado.
Los humanistas de todo el mundo celebran hoy junto al pueblo egipcio la esperanza de un nuevo mundo. Los pueblos del mundo reclaman sus derechos humanos, quieren existir, quieren participar, quieren compartir el progreso que ha alcanzado la humanidad, y Egipto está anunciándonos que ya no esperarán más. Estamos en un mundo global y mundializado en que ningún punto del planeta está aislado y ningún conflicto es ajeno al resto.
Es importante destacar que durante los recientes acontecimientos las fuerzas armadas egipcias han sabido comportarse a la altura de las circunstancias y han permitido la expresión del pueblo. Ahora deberán seguir por este camino, comprometiéndose con la construcción y consolidación de una nueva institucionalidad más libre, más democrática y de más derechos y oportunidades para todos. Si esto ocurre estaremos frente a un efecto demostración que puede influir positivamente en muchos otros países y regiones que aun sufren de la falta de democracia y justicia social.
Vivimos en un mundo global que está todavía lleno de dictaduras, de fundamentalismos y de democracias muy primitivas dominadas por el poder económico, el poder eclesiástico y otros poderes con intereses particulares y no de conjunto. Sabemos que lo que sucede en un país puede repercutir en lugares lejanos y diversos. Por esto es de vital importancia que en la lucha de poderes que vendrá en Egipto, las fuerzas armadas se pongan al lado de su pueblo e impidan que otros poderes atenten contra la vida y la libertad. Es el momento para proclamar que nada ni nadie está ni estará por sobre el Ser Humano y traducirlo en la construcción de una nueva sociedad.
La revolución no violenta en Egipto significa claramente que los jóvenes del mundo quieren un cambio y están buscando nuevos caminos. Los poderes mundiales ya no tienen todo bajo control y las poblaciones se están poniendo de pie mostrando la eficacia transformadora de la No Violencia Activa.
Si el fundamentalismo y el fanatismo se imponen no priorizando al ser humano, sea éste de la cultura que sea; si no se lucha por la libertad humana en todos los rincones del mundo, seguiremos en peligro de conflictos armados con consecuencias trágicas para la humanidad.
Si por el contrario, se toma en cuenta al ser humano, sus derechos y su libertad, sus aspiraciones y necesidades, entonces se podrá avanzar hacia una nueva civilización global.
Una nueva cultura universal que permita el pleno respeto de los derechos humanos, la libertad de todas las creencias, el encuentro de los pueblos, tiene que encontrar el camino en este nuevo escenario.
**Esta columna fue escrita en conjunto con Dario Ergas**