En cuestión de minutos, los dos bandos empezaron a lanzarse piedras y a golpearse a palos, en una batalla campal que dejó oficialmente un soldado muerto, informó un portavoz del Ministerio de Salud.
Según fuentes médicas consultadas por la AFP en una mezquita de la plaza transformada en hospital improvisado, los incidentes dejaron más de 500 heridos.
Tras caer la noche, los partidarios de Mubarak lanzaron cócteles molotov y también hubo disparos de gases lacrimógenos.
Dos de esas botellas incendiarias cayeron en el patio del museo arqueológico egipcio, que contiene riquezas inestimables de la época de los faraones, pero el fuego no llegó a propagarse, comprobó un periodista de la AFP.
Los partidarios de Mubarak irrumpieron en la plaza por un acceso vigilado la víspera por soldados. Medio millón de personas se habían reunido en Tahrir para pedir la renuncia inmediata del presidente, de 82 años, en el poder desde 1981.
La oposición acusó a policías de civil de haberse infiltrado en la plaza, donde ya se produjeron violentos enfrentamientos el viernes y el sábado entre los manifestantes y la policía. Según la ONU, las protestas que se iniciaron el martes de la semana pasada habrían dejado 300 muertos en todo el país.
En los últimos días, los militares se habían desplegado para controlar los accesos a la plaza Tahrir, aunque este miércoles parecían limitarse a proteger el vecino museo arqueológico.
Horas antes de los enfrentamientos, el ejército, que el lunes se había granjeado la simpatía de los manifestantes al considerar *»legítimas»* sus reivindicaciones, los instó a poner fin a su movilización.
Mubarak anunció el martes su decisión de abandonar el poder en septiembre, cuando concluya su mandato.
El miércoles de mañana, el régimen tomó medidas que parecían apuntar a apaciguar los ánimos, como la de acortar en tres horas el toque de queda (que regirá a partir del miércoles desde las 17H00 hasta las 08H00) y restablecer las conexiones a internet.
El Parlamento, por su lado, suspendió sus sesiones hasta la revisión de los resultados de las elecciones legislativas celebradas el 28 de noviembre y 5 de diciembre, denunciadas por la oposición como fraudulentas.
Pero los opositores ignoraron el llamado del Ejército y no se dieron por satisfechos con la decisión de Mubarak de no presentarse en septiembre, confirmando la convocatoria a una manifestación masiva en todo el país el viernes, día de oración en los países musulmanes.
La situación en Egipto es seguida con preocupación en todo el mundo. Egipto es un aliado de Occidente, uno de los dos únicos países árabes que firmó un tratado de paz con Israel (el otro es Jordania) y controla el canal de Suez, por donde pasa una parte del abastecimiento petrolero de los países industrializados.
Pero las capitales occidentales parecen cada vez más resignadas a abandonar a Mubarak a su suerte, condenando la agresión sufrida por los manifestantes y pidiéndole al mandatario iniciar un verdadero proceso de transición que vaya más allá del mero anuncio de dejar el poder en septiembre.
En ese sentido, la Casa Blanca indicó este miércoles que *»deplora y condena»* la violencia contra *»manifestantes pacíficos»*. La víspera, el presidente Barak Obama le había pedido a Mubarak iniciar *»ahora»* una transición ordenada.
La jefa de la diplomacia europea, Catherine Ashton, reclamó igualmente a Mubarak que actúe *»lo más rápidamente posible»* hacia la *»transición»* política reclamada por los manifestantes.
Pero Egipto rechazó esos llamamientos.
De su lado, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, advirtió que las protestas populares en Egipto podrían desencadenar un periodo de *»inestabilidad e incertidumbre»* en la región durante *»muchos años»*.