El encuentro tendrá lugar en Jerusalén después que el jefe del gabinete saludó la decisión de la administración de Barack Obama, que desistió de presionarle para que paralice las construcciones en los asentamientos de la ocupada Cisjordania.
De acuerdo con los israelíes, ese cambio de estrategia de la Casa Blanca ayudará a profundizar en los asuntos que más les interesan, básicamente el de la seguridad de su Estado.
*»Para alcanzar la paz, tenemos que discutir los temas que están verdaderamente retrasando esa paz …saludo el hecho de que ahora comenzaremos a debatir esos asuntos y trataremos de reducir la brecha»*, comentó el jefe de Gobierno.
En un discurso pronunciado aquí, el político insistió en su demanda de que la Autoridad Nacional Palestina (ANP) reconozca a Israel como un *»Estado judío»* y acepte tratar cuestiones de seguridad y el futuro de los refugiados palestinos.
Para la Autoridad Nacional Palestina (ANP), que abandonó el diálogo directo reiniciado en septiembre debido al rechazo de Netanyahu a congelar las edificaciones en los territorios ocupados, el tema de las fronteras también es clave, pero presupone frenar la colonización.
La política de colonización de Cisjordania y Jerusalén Este, donde la ANP pretende instalar la capital del futuro Estado, es vista como un plan para *»judaizar»* esos territorios ocupados en 1967 y alterar su identidad árabe e islámica.
Hasta ahora Mitchell y Obama han visto poca novedad en las posturas israelíes, que habla con insistencia de asuntos ambientales y económicos en las tratativas, en lugar de abordar cuestiones centrales como fronteras, seguridad, refugiados, asentamientos y Jerusalén.
El emisario norteamericano dialogará con posterioridad en Ramalah con líderes de la ANP, en particular su presidente, Mahmoud Abbas, quien critica la negativa israelí a renovar la moratoria de 10 meses en los asentamientos cisjordanos, incluso una solicitud de 90 días.
Analistas esperan pocos avances en esos contactos, pues Netamyahu reiteró ayer su rechazo a compartir Jerusalén Este, al que define como *»capital eterna e indivisible del pueblo judío»*, pese a que alberga también sitios sagrados para cristianos y musulmanes.