Quiero dar las gracias a la Universidad Autónoma del Estado de México, a los profesores de la Facultad de Ciencias de la Conducta, al CESPI, a mis queridos amigos por la oportunidad que me han dado de reflexionar sobre los aportes de Silo a la psicología.
En la década de 1970, conocí dos escritos que marcaron mi vida. Se trata de La Curación del Sufrimiento y de La Mirada Interna. Ambos trabajos de Silo producidos en la misma época y que son el fundamento de su obra. A partir de allí, él desarrolló el Humanismo Universalista, doctrina que dio origen a un movimiento social, cultural y político, el Movimiento Humanista, y desarrolló también desde el año 2002, el Mensaje de Silo, que son sus enseñanzas, procedimientos y un camino para acceder en forma personal y en conjunto a las experiencias de Sentido.
La Curación del Sufrimiento trata de la violencia, generada por el temor que hay en nosotros, temor a la muerte, temor a la enfermedad, temor a la soledad. Esta arenga dada en el corazón de la cordillera de los Andes, explica que la violencia tiene su raíz en el deseo y que sólo la fe interna y la meditación interna nos ayudarán a superar esos sufrimientos.
La Mirada Interna trata del sinsentido, de la dependencia y la contradicción y de cómo se avanza hacia el sentido, hacia el despertar y hacia la unidad interna.
Estos textos produjeron en mi la sensación clara de que lo que ahí se decía, a mi me pasaba. Me pasaba, vivía en el sufrimiento y el sinsentido, pero ahora entendía que ese sufrimiento no era un problema personal, no era una enfermedad de mi mente particular, era el estado de la conciencia humana. La superación del dolor y el sufrimiento se convirtió para Silo y los que fuimos tocados por su enseñanza, en un proyecto conjunto de transformación personal y de la sociedad que él llamó: Humanizar la Tierra.
La teoría de la conciencia de Silo está elaborada en sus textos Apuntes de Sicología I, II, III y IV, sus ensayos de Sicología de la Imagen y Discusiones Historiológicas y en su libro de Experiencias Guiadas. También tenemos que mencionar, su obra Mitos Raíces Universales.
Todos hemos vivido experiencias en que de pronto, nos parece comprenderlo todo, o un sentimiento de amor nos envuelve, o nos extasiamos con un paisaje, experiencias muy breves pero de gran intensidad. Silo ahondó en esas experiencias y las consideró la clave para que la conciencia humana de un salto evolutivo, pierda el temor a la muerte y se proyecte hacia un significado profundo de la existencia. Pero cómo se explican esas experiencias, cómo surgen y como progresan, requirieron del desarrollo de una teoría de la conciencia apoyada en el método fenomenológico y en la descripción de la experiencia.
El pensamiento de Silo tiene un interés transformador del ser humano, de su realidad síquica y su realidad social. Al final de su obra describe una particular estructura de conciencia, la conciencia inspirada cuyos significados profundos a los que esa estructura de conciencia accede, los traduce y trasladada al mundo a través de la acción, impulsando la transformación de la propia naturaleza humana. Si bien en muchos casos esa estructura de conciencia inspirada se configura de modo accidental, es posible predisponerse para que eso ocurra de modo intencional.
Si imaginamos una mesa de color azul, observamos que ese fenómeno de conciencia se da en una espacialidad que no es el espacio externo, sino que en un espacio interno al que llamamos el espacio de representación. Si imagino ahora la mesa de mi casa, observaremos que esa imagen sintetiza no sólo la imagen perceptual de la mesa, sino un clima asociado con mi casa, además una cierta tonicidad kinestésica de los globos oculares y hasta de otros músculos del cuerpo, que tendieron a la dirección donde queda efectivamente mi casa. Estas imágenes estructuradas por la conciencia como representaciones, movilizan el siquismo hacia el mundo externo y hacia el mundo interno. Para dirigirme a mi casa, tengo previamente la imagen de mi casa y ella dirige al cuerpo en esa dirección.
Estas representaciones se dan en una temporalidad de la conciencia, que no es la temporalidad del calendario, ya que el tiempo para la conciencia es una estructura de pasado, presente y futuro, pero no se estructura desde el pasado, sino que desde el futuro que es el tiempo primario de la conciencia. El tiempo presente, este que estamos viviendo, a las 10:36 de la mañana, en este lugar, es distinto para cada uno de nosotros ya que lo que aquí está pasando cada uno lo relaciona con experiencias pasadas propias de cada uno, y con lo que imaginamos pasará después; unos correrán a dar un examen y otros irán a comer, ese entrecruzamiento de tiempos, es el tiempo presente propio para cada cual.
Los sentidos captan la información y la traducen en impulsos. Podemos considerar al impulso como el átomo básico de la actividad psíquica. Los impulsos psicofísicos provienen de los sentidos externos, de los sentidos internos, de la memoria y del propio aparato de coordinación de las funciones síquicas que llamamos conciencia. Estos impulsos se estructuran en representaciones o imágenes que de acuerdo a su posición en la espacialidad de la conciencia cumplen distintas funciones de traslado de cargas síquicas hacia el mundo interno y hacia el mundo externo. Si imagino un chocolate, un buen chocolate sobre esta mesa desde la que hablo, ahora imaginan ese mismo chocolate, pero en el interior de la cabeza, sienten su olor, su color su gusto, observamos que el chocolate imaginado sobre la mesa hace que la tonicidad muscular tienda hacia esta mesa, en cambio el chocolate adentro de la cabeza movilizó las glándulas salivares y hasta podríamos haber secretado jugos gástricos. La imagen moviliza cargas síquicas y si se emplaza en la periferia del espacio de representación, moviliza el cuerpo, y si se emplaza en el interior también desplaza energía sicofísica pero hacia el interior del cuerpo. Cuando nos referimos a imágenes, no sólo nos referimos a imágenes visuales sino imágenes que provienen de cualquier sentido, una música o un olor, una sensación.
Estas imágenes o representaciones, no son copias ni deformaciones que hace la conciencia del mundo, al contrario, son síntesis que realiza la conciencia con los datos que provienen del mundo externo, pero también con los datos que provienen del mundo interno y también con los datos de la memoria, y además con la intención que tiene la conciencia. La representación de la mesa de mi casa es mucho más que el objeto *“tabla con 4 patas”*. Esa tabla con 4 patas, no es la mesa de mi casa, la mesa de mi casa tiene un tono afectivo, está asociada a encuentros o a desencuentros, y a situaciones que pasarán en torno a ella en el futuro próximo es mucho más que una tabla de 4 patas.
Esas construcciones del siquismo que son las imágenes, son las que finalmente se trasladarán al mundo externo y construirán la realidad. Es decir las imágenes no son copias de la realidad, sino que inversamente la realidad es la construcción de la conciencia movilizando al cuerpo por medio de esas imágenes. Aquí se ha invertido la creencia ingenua de la conciencia pasiva que refleja al mundo, por una conciencia activa, intencional que construye y modifica al mundo.
Las dificultades de relación con el mundo, así como los contenidos no integrados de la conciencia por situaciones del pasado, o los temores del futuro, quedarán reflejados en la dinámica de la imagen. Si no puede hablar con una persona porque le teme, y le digo cierre los ojos e imagine que usted va y toca a la puerta donde esa persona vive, me dirá que no puede. Pero si es de mentira, le digo es solo su imaginación y usted al tratar de ponerse en esa situación imaginariamente, experimentará las mismas resistencias que si lo hiciera realmente. Restablecer la dinámica de la imagen, darle movilidad en el espacio de representación ayudará a la conciencia a integrar sus contenidos. En la obra de Silo llamada Experiencias Guiadas, a través de cuentos imaginarios que el lector va completando con contenidos propios, se llega a nudos conflictivos importantes y se los transforma. Para ejemplificar sigamos un párrafo de la Experiencia de El Niño: *»Estoy en un parque de diversiones. Es de noche. Veo por todas partes juegos mecánicos plenos de luz y movimiento… pero no hay nadie. Sin embargo, descubro cerca mío a un pequeño de unos diez años. Está de espaldas. Me acerco y cuando gira para mirarme, advierto que soy yo mismo cuando era niño»*. La imagen al ser una síntesis de conciencia, en ella estarán traducidas también las irritaciones viscerales, los sistemas de tensiones y grabaciones de memoria. Los contenidos desintegrados bloquean el fluir de la imagen y se estas experiencias guiadas, como también técnicas transferenciales más complejas, logran darle movilidad a la imagen lo que permite a la conciencia completar su trabajo de integración de contenidos.
Ya vimos que son las imágenes, las representaciones de la conciencia las que movilizan al cuerpo para que actúe en el mundo. Pero finalmente es esa acción en el mundo lo que da valor y dirección a los cambios que se producen en el psiquismo. Esa acción que realizo retroalimenta el circuito síquico produciendo registros de unidad y contradicción. Hay acciones que desintegran y otras que producen integración de los contenidos síquicos. Las acciones contradictorias me producen violencia interna y el sabor de repetición de la vida y el futuro se experimenta cerrado, sinsentido. Otras acciones que tienen que ver con lo que hago con las otras personas, pueden producir en mí un registro liberador, tremendamente unitivo y lleno de sentido.
Bien, entonces tenemos un espacio de representación donde se emplazan los fenómenos de conciencia traducidos en representaciones. Pero esas representaciones son observadas por mí. ¿Quién es ese que observa? Se trata de miradas de la conciencia que observan, que son también una estructura con esas representaciones. Pero aquí ocurre algo también extraordinario, se produce una confusión entre la conciencia y el yo. El yo que es una función de la conciencia se nos presenta como si fuera la conciencia misma, una especie de totalidad que me identifica, me da identidad y concentra o posee cualquier fenómeno de la conciencia. En los sueños, me veo a mi mismo desarrollando la trama del sueño, es decir veo a mi yo realizando el cuento del sueño. Allí el yo se ha interiorizado a un punto tal en que *“veo al yo”*. En vigilia no veo al yo, sino que yo veo el mundo, el emplazamiento de ese yo está emplazado en el límite táctil del espacio de representación y obtengo la ilusión de que las representaciones las veo en un espacio externo. El yo entonces no es una realidad fisiológica de la conciencia sino que su sustancia es de la misma sustancia de la representación, es decir una imagen, una ilusión.
Esta suerte de mirada que llamamos yo y que se nos presenta ilusoriamente como el centro de toda la conciencia, se desplaza en el espacio de representación, según el nivel de conciencia, como acabamos de ver en el ejemplo del sueño, pero también se desplaza en distintos estados de conciencia. En el ensimismamiento por ejemplo, el yo se interioriza y el mundo nos parece muy lejano, en cambio en los casos de de cólera y de emoción violenta el yo se exterioriza perdiendo distancia entre el yo y el mundo. Comprobamos así que el yo siendo clave para la coordinación de las funciones del siquismo en relación al mundo, se desplaza por el espacio de representación, dando lugar a distintas estructuras de conciencia.
La muerte, la representación de la finitud, siempre es la representación de la finitud del yo, y tenemos el problema que el yo, una mirada de la conciencia que adquiere identidad e ilusoriamente se confunde con la totalidad de la conciencia, al imaginar la muerte, no la imagina solamente como la muerte del yo, sino que la imagina como la muerte de la totalidad de la conciencia.
En diferentes casos de trance y de hipnosis se experimenta la sustitución del yo por una entidad que toma a la conciencia. Otra representación, la de un espíritu, o la de la voluntad del hipnotizador, sustituye al yo habitual. Pero también es posible en ocasiones especiales y por instantes muy breves, que ese desplazamiento del yo, lleva a una suspensión total de su actividad, y entramos en un estadio de silencio del cual nada sabemos ni podemos saber, pero trae como consecuencia la inspiración de la conciencia, la comprensión súbita, el amor o un significado que necesito llevar al mundo.
He tratado de mostrarles el pensamiento revolucionario de Silo, que afirma la posibilidad de cambio y de sentido del ser humano; que descubre a la imagen en una espacialidad interna y según el emplazamiento en ese espacio, la imagen comunica el mundo interno con el mundo externo movilizando la acción del cuerpo. He tratado de mostrar la particular temporalidad de la conciencia lanzada al futuro, las distintas ubicaciones del yo en el espacio de representación, la ilusión del yo y determinadas experiencias en que la suspensión del yo cambia nuestras creencias respecto a la muerte y al sentido de la vida.
Muchas gracias.