España vivió el 29 de septiembre pasado una huelga general, primera a la que es sometido el gobierno de Zapatero. Los sindicatos, siempre afines a los socialistas, no pudieron hacer oídos sordos a los trabajadores que representan y debieron asumir que con ese tipo de políticas no podía seguir considerándose un aliado al PSOE (Partido Socialista Obrero Español).
Grecia, con sus diez huelgas generales, muestra el descontento con el que viven los helenos. Con el país en default, la Unión Europea se niega a socorrer al país. De hecho le ofrece préstamos para que no deje de pagar a sus acreedores europeos, los cuales permitirían a dichos acreedores prestarles el dinero a Grecia para que se los devuelva inmediatamente, pero con el plus de los intereses que deberá pagar en el futuro.
Las muchedumbres concentradas en las calles griegas terminaron siendo víctimas del pánico y la bronca protagonizando corridas y enfrentamientos con la policía. Hechos que se repitieron en Barcelona durante la jornada de huelga general, en simultáneo con la manifestación organizada por las centrales sindicales.
Tanto en Atenas, Salónica y la capital catalana se trata de jóvenes los que organizada, provocada o espontáneamente alimentan estos altercados. Embutidos en el enojo asociado al desempleo, a la privatización de la educación que la hace sólo accesible a las clases más pudientes y a las políticas policiales represivas, muestran su oposición radical a los gobiernos nacionales y locales. Las jornadas de disturbios y detenciones se saldaron con tres muertes.
En Barcelona han prohibido hacer música en la calle, andar en bicicleta por las veredas o beber alcohol en la vía pública, dentro de una campaña de guerra al incivismo que fue el gran detonador del malestar de las nuevas generaciones, que se sienten arrinconadas y absolutamente silenciadas. Los desalojos de casas okupas son permanentes y de una excesiva dureza policial.
Rumania y Bulgaria, quienes redujeron los sueldos a sus funcionarios hasta un 25% han vivido también, en los últimos meses, huelgas generales, protestas y disturbios.
**Las amenazas de Durao Barroso**
Los sindicatos portugueses han confirmado ya que el 24 de noviembre habrá huelga general. Primera del segundo mandato de José Sócrates, que sigue la línea europea de flexibilización laboral y austeridad total para los presupuestos del estado.
José Manuel Durao Barroso, ex presidente portugués y actual presidente de la Comisión Europea, advirtió a la población española, portuguesa y griega que debían aceptar las reformas y planes de ajuste si querían seguir disfrutando de la democracia. Si tales planes no podían producirse en el estado de derecho, sería otro tipo de gobierno (refiriéndose a un gobierno militarizado) quien se encargaría de llevarlos adelante.
Las palabras de Barroso, aunque silenciadas por los grandes medios, no han hecho más que fomentar el fastidio y la irritación generalizados.
Italia también vive momentos de extraordinaria bravura. Las permanentes declaraciones exaltadas de Berlusconi y la polarización cada vez más marcada entre sus defensores y sus detractores, pone al país frente a una encrucijada. Sin cohesión en la queja, las voces disidentes se diluyen en las aguas monopólicas del Capo milanés.
No es casual que los movimientos altermundistas europeos hayan sufrido, hace ya algunos años, en Italia (Génova) el golpe más autoritario y sangriento; utilizando como excusa para tachar a todo este movimiento asociativo de terrorista (con las debidas persecuciones legales y espionaje permanente en toda la zona Schenggen).
**“Economistas aterrorizados”**
En Francia también han subido la edad mínima para jubilarse, sigue creciendo el número de gente sin trabajo y aumentan los recortes en todos los presupuestos. Por eso el 2 de octubre se manifestaron 3 millones de franceses en contra de todas estas medidas y el pasado 23 de septiembre fue la quinta huelga general en respuesta al nuevo plan jubilatorio. Esta semana se iniciarán paros indeterminados de diversos sindicatos, entre ellos los ferroviarios, lo cual provocará serios inconvenientes en todo el territorio francés.
Philippe Askenazy, del Centro Nacional de Investigación Científica (CNRS en sus siglas francesas), Thomas Coutrot de Attac, André Orléan del EHESS (Escuela de Altos Estudios de las Ciencias Sociales) y Henri Sterdyniak del Observatorio Francés de las Coyunturas Económicas han lanzado un manifiesto: *“Economistas aterrorizados”*, avalado además de por el prestigio personal de cada uno de ellos, por otros 400 colegas.
Este inquietante manifiesto pretende abrir un debate profundo: *“Esta gran crisis debe provocar una refundación del pensamiento económico”*. Se oponen a los dogmas de salvataje que esgrimen los defensores del Mercado. Denuncian el funcionamiento especulativo de la bolsa, que genera ganancias que no se reinvierten, provocando un colapso donde todos quieren seguir ganando con una inversión cada vez menor.
Europa sigue montada en un tren en llamas, con los húngaros ajustándose el cinturón cada día más, o los polacos y austriacos viviendo una experiencia política muy cercana a la extrema derecha. Los alemanes ven aumentar sus índices de pobreza, pero logran continuar dibujando números ascendentes de crecimiento estable. Sin embargo, su economía subsiste de las exportaciones y de sus políticas proteccionistas, ya que las bajadas y rebajadas de salarios han dejado a la población con su capacidad de consumo completamente acotada.
Por las islas el panorama no difiere demasiado, Irlanda batió los récords de recortes posibles y el Reino Unido sigue mirando más hacia su aliado del otro lado del Atlántico que a sus vecinos continentales.
Los países escandinavos mantienen sus políticas de austeridad sostenidas por sus gigantescas industrias, que siguen apropiándose de recursos naturales a lo largo y ancho del planeta. Caso aparte es el de Islandia, que vivió en carne propia la quema del sistema, caída del gobierno incluida y donde intentan establecer un nuevo tablero donde continuar la partida y el resultado no sea tan incendiario.
Frente a un panorama de crisis generalizado en el Viejo Continente, es claro que mientras las recetas económicas sigan siendo remiendos a un traje que le queda pequeño a la humanidad, el fracaso es evidente. Y lo grave de este fracaso son el dolor y muerte que generan. A veces imperceptibles, otras simplemente estallan frente a nuestros ojos.