Si la semana pasada las cuatro principales firmas consultadoras (Datafolha, IBOPE, Vox Populi y Sensus) daban entre cinco y 14 puntos porcentuales de ventaja a Rousseff, candidata por el gobernante Partido de los Trabajadores (PT), las dos divulgadas esta semana, muestran una diferencia a su favor de entre 12 y 14 puntos.
Serra, aspirante por el opositor Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), intentará en los cuatro días que restan de revertir la tendencia actual del electorado brasileño, sobre todo de los indecisos que, de acuerdo con Vox Populi y Datafolha, son esta semana muchos más que siete días atrás.
Ello vaticina un elevado abstencionismo en el segundo turno, pese a que el voto es obligatorio en Brasil para las personas entre 18 y 70 años de edad. Para los jóvenes de 16 y 17 años, los analfabetos y los mayores de 70 años es opcional, aunque las campañas oficiales los llaman a concurrir a las urnas electrónicas.
Tal vez la elevada ausencia a ejercer ese derecho ciudadano esté motivada por el bajo nivel que ha mostrado el proselitismo político para esta segunda vuelta, caracterizado por ataques personales entre los dos aspirantes sobre temas como corrupción, experiencia pública, privatizaciones, religión y aborto.
La situación ha llegado al punto que ya es considerada la campaña electoral de más bajo nivel de la historia democrática reciente de Brasil, iniciada en 1985 con el fin de la dictadura militar, que impuso sus designios en este país desde 1964.
Lejos de destacar las propuestas, programas, compromisos, proyectos y otros planes de gobierno de los dos candidatos, en el proselitismo de ambos sobresalen las acusaciones mutuas y hasta llegan a cruzar apelativos de mentirosos, como ocurrió este lunes en el debate televisivo de la TV Récord.
En los señalamientos de este tipo resalta el tucano y su equipo de campaña, que se cuestiona hasta la participación del presidente Luiz Inácio Lula da Silva en los actos proselitistas de su candidata a sucederlo.