El arquitecto Miguel Lawner (84) ha tenido la suerte de participar en varios procesos históricos que difícilmente se podrían borrar de la memoria de Chile. Durante el gobierno de Allende estuvo a cargo de la Corporación de Mejoramiento Urbano (1970-1973), desde donde dirigió la construcción del otrora edificio de la Unctad y luego desarrolló la recuperación del abandonado Parque O’Higgins.
Su vasto currículum y conocimiento de desarrollo urbano le permiten hacer un análisis del Chile actual y evaluar cómo el país se está levantando tras el devastador terremoto.
Su visión de la ciudad es bastante crítica y no tiene reparos en sentenciar que la segregación social urbana que existe, especialmente en Santiago, es comparable sólo a lo que sucedió en Sudáfrica durante el apartheid.
**-¿Cuál es su visión del desarrollo urbanístico del país?**
-Con el fin de la estructura económica agraria se produjeron grandes migraciones desde el campo a la ciudad. Los gobiernos no fueron capaces de controlar este proceso, y se comenzó a crear una ciudad donde el punto urbano se fue rodeando de poblaciones marginales, sin control. Es difícil encontrar en América Latina y hay muy pocos países en el mundo que tengan un nivel de segregación urbana como la que tiene Chile y, en especial, Santiago. Y eso es contrario a todos principios del urbanismo. Es algo lamentable, sólo comparable a lo que sucedió en Sudáfrica en el régimen del apartheid.
**-Y a su juicio ¿cómo es la evaluación que puede hacer hoy con miras al Bicentenario?**
-La situación no ha mejorado, las políticas de los gobiernos de la Concertación de alguna manera mitigaron este asunto, pero no lo combatieron. Hoy los sin casa, que postulan a que su solución habitacional sea en la comuna donde viven, no tienen opción de permanecer allí y son reubicados en la periferia. Algo similar está pasando con la gente que estaba en el borde costero de las localidades afectadas por el terremoto y que ahora se les va a prohibir cualquier tipo de edificación en esa zona que consideran de alto riesgo.
**-¿El terremoto intensificó aun más la segregación?**
-Sí, salvo que haya una actitud voluntaria firme de la autoridad por impedir eso. Los pequeños propietarios que vivían en el borde costero y cuyos ingresos provenían de esa localización privilegiada se verán damnificados por haber perdido sus bienes y su opción de futuro.
**-Y pese a ello ¿en términos urbanísticos quedamos bien parados?**
-No cabe duda que la experiencia de la ingeniería antisísmica es notable, pero este es el primer sismo que nos genera problemas en construcciones de importancia, o sea, en todos los mega terremotos no tuvimos jamás un edificio de hormigón que se hubiera desplomado como el Alto Río, de Concepción, y tantos otros declarados inhabitables. Eso no invalida que en su inmensa mayoría las construcciones resistieron, pero sí pone en evidencia que los cambios a las medidas de fiscalización han sido un grave error.
**-En cuanto a las mediaguas que se dieron a los damnificados usted fue muy crítico, ¿por qué?**
-Eso es una vergüenza. Por muy modestas que fueran nunca había visto que fueran construidas en tan malas condiciones, se han hecho en forma inaceptable.
**-¿Y cómo considera que se ha desarrollado el proceso de reconstrucción?**
-Ya se cumplieron seis meses desde que fue el terremoto y no hay una sola acción en marcha. Hay unos supuestos planes que grandes grupos económicos han asumido injustificadamente. En Constitución, por ejemplo, Celulosa Arauco se ha hecho cargo de hacer un plan de reconstrucción, lo que es inaceptable, porque no puedo aceptar que el principal agente contaminador de la zona sea quien decida cuál va a ser el futuro del desarrollo urbano de Constitución.
**-¿Hay falta de planificación?**
-Total y absolutamente. Hasta ahora sólo conocemos un presupuesto sobre bases muy generales. El 8 de julio del ’71 tuvimos un terremoto durante el gobierno de Allende. Y tres meses después publicamos un libro con toda la planificación de reconstrucción. Ahora no hay nada.
**-¿Y esto qué efecto va a generar?**
-Cuántas personas van a aguantar si no hay planes próximos, las personas que están en lo que hoy se llama, eufemísticamente, aldeas, donde hay baños químicos y tienen que hacer cola para ir al baño, es indigno.
**-¿Cree que haya un estallido social?**
-Creo que esto va a explotar.
**-¿Hay un retroceso importante?**
-Enorme, este Gobierno ha llevado al extremo lo que es descansar sobre la iniciativa privada, están esperando que grandes grupos económicos asuman una responsabilidad que no les corresponde.
También participó en la renovación del Parque O’Higgins en 1972 y la creación del Museo de la Solidaridad de Salvador Allende. Sin embargo, hay un proyecto que le roba el alma y lo emociona hasta el día de hoy: la restauración de la iglesia de la isla Dawson.
“Mientras estuvimos presos estábamos obligados a trabajos forzados, teníamos que plantar unos postes de ciprés de las guaitecas para una nueva postación eléctrica. Avanzando en este trabajo en una loma se veía una construcción que era una iglesia de 1892. Al regresar les plantee a mis compañeros que le dijéramos al comandante que nos dedicáramos a restaurar la iglesia. Llovieron las tallas, me dijeron judío converso, comunista renegado, qué sé yo”, recuerda.
**-¿Cuánto tiempo trabajaron?**
Un mes. Bitar raspaba con vidrio el piso para después encerarlo, Puccio también. Otros pintaban el cielo, como Lucho Matte, quien había sido ministro de Vivienda. Clodomiro Almeyda repuso gran parte de los vidrios. Él me dijo un día, “yo, especialista en asuntos inútiles, creo que esto es lo único útil de mi vida”.