Los pueblos originarios han sido sistemáticamente negados, despojados, peor aún, eliminados. “En este país no hay indios, ni negros” se dice, como un modo de aproximación a una cultura europea sobreestimada. Una valoración que está en relación directa con la minusvalía intelectual de quienes ven el mundo a través de la uniformidad.
El próximo jueves, 20 de mayo, llegará a Buenos Aires la Marcha de los Pueblos Originarios, que partió el día 12 en tres columnas desde S. S. de Jujuy (Jujuy), Posadas (Misiones) y Villa Tulumaya (Mendoza).
Los humanistas estamos en esta Marcha, en todas las provincias que atraviesa, junto a los pueblos indígenas y a la Organización Barrial Tupac Amaru, en reclamo de la reparación histórica que merecen, por el derecho a la tierra, a la educación, a la salud, al desarrollo desde su identidad, entre otras demandas que se consignan en el documento de la movilización.
Hace ya muchos años que señalamos en nuestro Libro Naranja (programa de gobierno del PH) la importancia del uso de los idiomas indígenas en la educación, la necesidad de una explotación cuidadosa de la tierra y la importancia del respeto a las culturas anteriores a la conquista, que cortó la posibilidad de una Argentina entroncada con las raíces indígenas. Por otro lado, el concepto de integración de las culturas no significa fundirlas en un crisol para obtener una sustancia única que se vierte en un molde. La integración se parece más a un mosaico donde cada componente conserva su forma, su color, su extensión.
El Bicentenario es la oportunidad histórica para generar el acto de reivindicación que las naciones originarias esperan en el silencio de sus montes, cordilleras, estepas, valles y montañas.