Los amautas pidieron permiso al «Padre Cosmos» y a la «Madre Tierra» para abogar por posiciones de consenso en defensa de la naturaleza y de la humanidad al son de los pututus, quenas y zampoñas, instrumentos típicos andinos.

Una amplia representación de los más de 20 mil delegados de 136 países asistentes presenciaron en directo el ceremonial en la población rural de Tiquipaya, a unos 12 kilómetros de la ciudad de Cochabamba.

La ofrenda fue encendida en una de las esquinas del estadio Sebastián Ramírez y recorrió en una procesión los cuatro puntos cardinales para recibir la fuerza espiritual de los presentes, cada uno en su vestimenta típica.

Fue tanta la expectación creada que el cordón policial no pudo retener el ímpetu de los fotógrafos internacionales, deseosos de tomar instantáneas lo más cerca posible del ritual.

Si la intervención de la representante de la Organización de Naciones Unidas (ONU), Alicia Bárcena, provocó rechiflas y rechazo, todo lo contrario sucedió cuando fue leído el mensaje del intelectual uruguayo Eduardo Galeano.

El batir de la whipalas (bandera multicolor indígena) junto a las de los numerosos países presentes convertían el Sebastián Ramírez en un arcoiris que se estremeció aún más con las palabras del presidente boliviano, Evo Morales.

A esas alturas de la mañana el calor de 30 grados celcius hacía sentir su fuerza en el estadio ecológico, con la mitad de sus gradas totalmente naturales, pero ni un alma se movió hasta la conclusión.

Entonces estallaron de alegría y se entregaron a las danzas tradicionales tanto americanos como europeos, africanos y asiáticos, estremeciendo la Madre Tierra que todos pretenden salvar.