Me parece que todas son farsas comunicacionales para mantenernos dormidos, mientras los poderosos siguen con sus planes de control y dominio.
Una gran mentira está en la base de todo el sistema social y las discusiones sobre los abusos de poder con las que nos bombardean a diario son irrelevantes. Todavía no encuentro con quién conversar sobre el gran fracaso del sistema democrático, del gran fracaso del sistema económico, de la violencia creciente en las relaciones interpersonales, de las direcciones destructivas que los poderes actuales, tanto económicos como políticos, han impreso al futuro humano.
Entonces, dejamos pasar que las autoridades de la iglesia han dado lugar en su mismo seno a la violencia sexual y la pederastia; dejamos pasar que los bancos del mundo entero roban por medio de un mecanismo que llaman interés, tanto a las poblaciones, como a las empresas y a los estados – y cuando tienen problemas, nosotros, los robados, tenemos que levantarlos para que sigan robando-; dejamos pasar la carrera armamentista colosal en todo el mundo, dejamos que los políticos de todos los colores mantengan este sistema de valores a cambio de una dieta parlamentaria. Y suma y sigue.
Toda perversión del sistema se nos presenta como casos aislados de una institucionalidad próvida. Y ¿si fuéramos claros? Como por ejemplo decir que una institucionalidad basada en la violencia y la mentira va hacia el desastre mundial y esto no tiene arreglo.
Pongamos un ejemplo de estos días en un país asolado por el terremoto.
Chile todavía no está en el negocio de fabricación de armamentos, así que ha buscado un nicho excelente que es la intermediación, la compra y venta de armas. Nuestros gobiernos a vista y paciencia de todos negocian, trafican armas, coimean y reciben coimas. Todos van con sus niños a cubrirles las espaldas a las ferias de armamentos, a mirar los asombrosos juguetes tecnológicos, mientras los comerciantes de la muerte hacen sus transacciones horribles. Todos lo sabemos, si hasta la justicia ha estado detrás de los generales que reciben comisiones envueltos en oscuros asesinatos, toda una trama que preferimos hacer la vista gorda y considerarlos como casos aislados. Mientras un arma de guerra que se llama F22 pasea por nuestros cielos y hacemos que nuestros hijos digan *“qué lindo el avioncito papá”*. Sí, hijito, y mira qué buenas personas son, aportan el 5% de las entradas a estas exposiciones para los damnificados por los terremotos. Son muy buenos, hijito, cuando seas grande ojalá seas como ellos.
Sinceramente, ¿ves mucha diferencia entre esa gente que miente y manipula sin pudor, al desalmado que, amparado en la desesperación de otros, arrasó los supermercados de Concepción?
Creo que tenemos mucho que reflexionar y mucho que dialogar entre la gente común. Nos estamos volviendo idiotas y los poderosos parecen saberlo. Necesitamos formar grupos de reflexión sobre los acontecimientos cotidianos. Necesitamos encontrarnos con nosotros mismos y con otros, expresar lo que nos pasa y convertirlo en acción revolucionaria.
Hoy por hoy queda cada vez más claro que no habrá una verdadera revolución si no es simultánea a una revolución interior, que conectando con el sentido profundo de la vida nos lancemos con fuerza hacia el mundo, a transformarlo alegremente.