Leo en un importante periódico nacional las espeluznantes cifras sobre el consumo de sedantes y tranquilizantes entre los jóvenes italianos. Huelga decir que es un récord vergonzoso: en efecto, según los datos facilitados por Eurispes, en Italia el uso (y abuso) de sustancias psicoactivas alcanza un promedio del 10% entre los jóvenes estudiantes de entre 15 y 16 años, frente a una media europea del 6%.
Me pregunto cuáles son las causas de esta diferencia entre Italia y el resto de Europa. Es un hecho ya confirmado por numerosos estudios científicos: está comprobado que todas las categorías de medicamentos psicoactivos, ya sean ansiolíticos, antidepresivos, ISRS o estabilizadores del humor, tienen diversos efectos secundarios que podrían ser extremadamente peligroso para el usuario. Sin embargo, la mayoría de las veces, las personas no son conscientes de sus riesgos, ya sea por no hacer caso de los folletos informativos o por un mal hábito generalizado de los médicos de familia italianos que dejan de informar a sus pacientes sobre los posibles efectos secundarios.
Parece que en nuestra sociedad, los problemas o las preocupaciones ya no sean tolerados: es «inapropiado» y «socialmente inconveniente» expresar y divulgar los sentimientos, para bien o para mal, cualesquiera que sea su naturaleza. Todo tiene que ser «atenuado» por una pastilla que hará desaparecer todos los problemas por arte de magia. Los jóvenes, sobre todo, son el principal blanco de las campañas que promocionan como modelos a seguir a los personajes más sórdidos de cuantos llenan los medios de comunicación con su comportamiento absurdo y sus declaraciones improbables: las recientes declaraciones del cantante Morgan, en las que admitió abiertamente haber usado la cocaína como «antidepresivo», son un claro ejemplo de ello. Hemos llegado a un punto en que la promoción del uso de drogas en los medios de comunicación se utiliza como un instrumento para aumentar la audiencia, poniendo en marcha ese perverso mecanismo de cotilleos que utiliza los narcóticos o antidepresivos para la promoción. Por no hablar de las diferencias políticamente correctas entre las personalidades famosas, políticos o conformistas: las raíces del problema no están ahí y desde luego éste no se resolverá con la exclusión de un cantante de un concurso…
Los medios de comunicación deberían dar más visibilidad y posibilidades a todas las asociaciones y organizaciones que, a menudo únicamente basadas en el trabajo voluntario, trabajan cada día, a pesar de las numerosas dificultades burocráticas y económicas, a fin de proporcionar la información correcta que la juventud de hoy en día, ahora más que nunca, tan desesperadamente necesita.
Debemos dejar de tolerar las ocurrencias de las personalidades de televisión que, con arrogancia y sin ningún derecho, adoptan el papel de «formadores de opinión» y se atreven a pronunciarse sobre temas tan delicados como las drogas psicoactivas y el abuso de medicamentos. Creo que todo ciudadano debería tener la obligación y la responsabilidad de denunciar estos comportamientos que conducen progresivamente a un declive rápido y progresivo de nuestra sociedad.
Traducción: Carmen Soler Rodríguez