Durante décadas el Muro de Berlín se había erigido como el recuerdo palpable de cómo la desconfianza y el odio pueden dominar las relaciones entre las naciones y los pueblos. En aquel entonces los hombres y las mujeres que celebraban su derrumbe no sólo se alegraban por la reunificación de Alemania y el fin de la Guerra Fría, sino por la promesa de una nueva era de libertad y de optimismo.
¿Dónde se encuentran esas esperanzas hoy día? Aún triunfan la intolerancia sobre la tolerancia, el desprecio sobre el respecto, el extremismo sobre la moderación en demasiados países y entre demasiadas comunidades. La sombra del miedo impregna demasiado nuestro mundo.
Desde la caída del Muro de Berlín, mentes malévolas han urdido el genocidio en Ruanda y las masacres en Darfur y en los Balcanes. Las atrocidades terroristas han segado la vida de miles de personas más. Tras la devastación desoladora yacen las historias de hombres, mujeres y niños, a quienes las ideologías de odio de otros les han negado los derechos fundamentales de vivir libres y sin miedo.
Los perpetradores de estos actos aberrantes no eran burocracias sin rostro sino individuos, hombres y mujeres. Pero al final, serán hombres y mujeres quienes proporcionen una solución. Los asistentes humanitarios y grupos de pacificación, los galardonados con el Premio Nobel de la Paz y los individuos abnegados de todo el mundo marcan, y marcarán, la diferencia para siempre.
Gente como Mikhail Gorbachev, Betty Williams y Máiread Corrigan-Maguire, Nelson Mandela y F.W. de Klerk iluminan la esperanza. También así lo hace Zdravko Marjanovic, recientemente distinguido en esta ciudad por trabajar por la reconciliación entre croatas, bosnios y serbios. Trabajan para derribar muros y construir puentes. Ayudan a cumplir la promesa solemne de la Carta de las Naciones Unidas a favor de un mundo en donde practiquemos la tolerancia y convivamos en paz unos con otros como buenos vecinos.
En este aniversario exhorto a los hombres y a las mujeres de todas partes del mundo a imitar su ejemplo. Repudiemos la persistencia del veneno del odio que reside en nuestro mundo.
Ban Ki-Moon
Secretario General de las Naciones Unidas.
Traducción: Sandra Cravero