A pesar de los comentarios de Obama, Estados Unidos se rehúsa a ejercer presiones tangibles en Honduras. Luego de las declaraciones del Presidente, la Secretaria de Estado Hillary Clinton dijo que Estados Unidos no estaba listo para calificar formalmente de golpe militar al derrocamiento, declaración que obligaría a recortar millones de dólares de ayuda. Clinton también se rehusó a comprometerse explícitamente a trabajar por el retorno del Presidente Zelaya, diciendo únicamente que Estados Unidos quería la restauración de lo que describió como *“orden plenamente democrático y constitucional»*.
En contraposición a la respuesta estadounidense, el golpe hondureño fue rotundamente condenado en toda América Latina y gran parte del mundo. En Nicaragua, líderes de países como México, Venezuela, Ecuador y Bolivia se reunieron en una demostración de solidaridad con Zelaya. En lo que calificaron como un *“primer paso”* en la aplicación de sanciones, Guatemala, El Salvador y Nicaragua anunciaron en forma conjunta la suspensión temporaria del comercio por tierra con Honduras. Mientras tanto, en las Naciones Unidas, el nicargüense Miguel D’Escoto, Presidente de la Asamblea General, condenó el golpe.
El Presidente de la Asamblea General de la ONU declaró: *“Como nicaragüense, estoy avergonzado de que este golpe de Estado se haya producido en América Central durante mi presidencia aquí en la Asamblea General. Esto es un retroceso a una época que esperábamos fuera una pesadilla lejana”*.