Si estuviese vivo y saludable, el principal guía de la no-violencia del Occidente podría comparecer a la toma de posesión de Obama esta semana.
Si Martin Luther King Jr. estuviese vivo, habría completado 80 años el pasado día 15 de enero. Si estuviese saludable, podría comparecer al traspaso del mando al primer presidente negro de Estados Unidos que se instala en la Casa Blanca esta semana. Durante la reciente campaña electoral, Barack Obama hizo referencia varias veces al legado de Luther King, como una forma de rescatar su trayectoria interrumpida en abril de 1968, cuando fue asesinado.
En la época, él ya se había convertido en uno de los principales líderes de su país por haber empezado el movimiento por la conquista de los derechos civiles de los negros norteamericanos usando la metodología de la no-violencia activa.
Siguió los pasos de Mahatma Gandhi, que lideró el proceso de independencia de India del dominio británico en la década de 1940.
Mañana, 20 de enero, los focos estarán dirigidos a Obama quien asumirá la presidencia de la principal potencia económico-militar, en el lugar de George W. Bush, que deja el país en la más grave crisis financiera desde 1929.
Otra coincidencia: fue en ese año que nació Luther King. En medio de la quiebra de la bolsa, que antecedió a la segunda gran guerra mundial, nacía el futuro pastor bautista que se transformaría en el principal guía de la no-violencia en Occidente.